Los hombres comprometidos empiezan a acusar la dificultad de conciliar. Falta romper barreras en el entorno laboral, familiar e incluso entre algunas mujeres.
Compartir el cuidado de los hijos y las tareas domésticas cuando gran parte de las horas del día se las lleva el trabajo no es obra fácil. De hecho, así lo llevan advirtiendo las mujeres que desde hace años compatibilizan ambos mundos, el laboral y el personal, y encima en solitario ante la oposición de la pareja a asumir responsabilidades. Pero, ahora, ya no están solas en su petición de conciliación y de flexibilización. Se han sumado los llamados nuevos hombres, parejas concienciadas con la igualdad y que quieren compartir la crianza de los hijos. El problema es que estos padres implicados, aún minoría según los expertos, pero que parecen abocados a aumentar en no mucho tiempo, empiezan a sufrir en sus propias carnes el mal femenino por excelencia, el estrés.
Así lo ha puesto de manifiesto un estudio, realizado por el centro norteamericano Boston College, dirigido por los profesores Brad Harrington, Fred van Deusen y Jaime Ladge y titulado El nuevo padre. El trabajo, de carácter cualitativo, revela el agobio que sienten estos varones ante la cantidad de quehaceres que implica criar un hijo, desde cuidar su alimentación, su higiene y su salud hasta atender su desarrollo físico y psíquico, mientras se hace frente a los desafíos profesionales diarios. El mayor problema, y lo más estresante, es la falta de tiempo que agudiza la sensación de no tener ni un minuto para uno mismo. Esta circunstancia no sólo en la calidad de vida de uno mismo, sino también en la vida social, de pareja y sexual.
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