servicios sanitarios. “Aunque esto, en principio, parece afectar por igual a hombres y a mujeres, por experiencia sabemos que no es así. Son ellas las que tradicionalmente se vienen encargando de esas tareas, de cuidar ancianos, de llevar a los niños a la escuela”, dice la presidenta de la federación de
mujeres rurales Fademur, Teresa López.
Las mujeres en el campo no solo se encargan de esas actividades, también encuentran en ellas un importante nicho de empleo. Así que, por ambas razones pueden verse impelidas a tomar una decisión que no deja de ser frecuente: abandonar el pueblo y trasladar la vivienda a las cabeceras de comarca, mejor dotadas de servicios y de oportunidades. Fademur reúne hoy a más de 1.000 mujeres en La Rioja para celebrar su día internacional bajo un lema: sin igualdad no hay futuro en el mundo rural. No, desde luego, si ellas siguen viéndose obligadas a dejar los pueblos. Y eso ocurre porque tienen más estudios que sus compañeros, porque la tradición las atenaza con más fuerza para que sigan desempeñando las tareas domésticas que siempre se asignaron a las mujeres, sin pedir permiso ni perdón, y porque la explotación de las tierras siempre ha caído del lado de los herederos. “Por eso hoy vamos a celebrar que se ha aprobado en el Congreso de los Diputados el decreto de cotitularidad, conseguido recientemente, que permite a las mujeres figurar como titulares de las fincas agrícolas o las explotaciones ganaderas donde siempre han trabajado a pesar de que estaban exclusivamente a nombre de sus maridos”, dice Teresa López.
Efectivamente, ese decreto de cotitularidad les permitirá recibir como propia la mitad de los beneficios que generen estos negocios rurales y hacer una declaración de renta separada. “Ahora
tenemos que exigir a las comunidades autónomas que desarrollen y pongan en marcha cuanto antes ese decreto. Hemos esperado demasiado tiempo”, asegura López.
En los pueblos de menos de 20.000 habitantes viven siete millones de mujeres, muchas de ellas colocadas bajo el epígrafe de amas de casa, cuando su participación en las explotaciones agrarias es similar o, en ocasiones, más intensa, que la de los hombres. Sin embargo, el miércoles pasado recibieron el enésimo remojón: la política agraria común (PAC) que diseña la Comisión Europea ni siquiera las menciona, cuando es constatable que su presencia en el campo es vital para que el mundo rural mantenga su vigor en el conjunto de la sociedad. La igualdad entre hombres y mujeres, malherida en general, adopta en el campo, a veces, tintes patéticos. Y no precisamente por el papel que desempeñan las mujeres,aguerrido, firme y decisorio, sino por la escasa proyección pública que se deja entrever. Los modelos que trascienden suelen ser los de la mujer que cocina,que cuida de los suyos, que cose, que plancha, que va a la iglesia… la mujer en tanto novia, esposa y madre. Como si hubieran arañado parcelas de igualdad, que así ha sido, pero quisieran ocultarlas bajo un velo antes de salir a la calle.
Entrada de Carmen Morán en el blog Mujeres de El País
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