Las empresas británicas contratan cada vez a más chicas de entre 20 y 30 años, y les pagan incluso mejor –un 2.1% más– que a los chicos de la misma edad.
El dato divulgado por la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino
Unido es revolucionario, porque se trata de la primera vez, en cualquier
lugar del mundo, que las mujeres de un determinado estrato sociológico
ganan más que los hombres. E indica un cambio de tendencia, a pesar de
que en el conjunto de la fuerza laboral británica el trabajador de sexo
femenino percibe emolumentos inferiores en un 10% a los del trabajador
de sexo masculino, y un 25% menos en los altos cargos ejecutivos.
¿A qué se debe el fenómeno?. "La explicación más sencilla -opina
Olivia Ponting, directora de una agencia de cazatalentos de Berkshire-
es que los empresarios se han dado cuenta de que, en esa franja de edad
de la veintena, las mujeres están tan preparadas o más que los hombres,
tan motivadas o más, tan dedicadas o más a su vida profesional a
expensas de la familiar, y que encima son más disciplinadas. En cierto
modo es una prolongación del fenómeno de que las chicas son con
frecuencia mejores estudiantes que los chicos".
Ello no quiere decir –según insiste la mayoría de los políticos,
sociólogos y analistas consultados para este artículo– que la
discriminación laboral de las mujeres sea cosa del pasado, y que se vaya
a aplicar universalmente a corto plazo el principio aparentemente
lógico de que "a igual trabajo, igual sueldo". Tan sólo un 9% de los
miembros de los consejos de administración de las empresas del Reino
Unido que cotizan en la bolsa de Londres son mujeres, por poner un
ejemplo.
"Entre los veinte y los treinta años es una edad dorada para las
mujeres que quieren trabajar", señala Doris, una ejecutiva de un
importantísimo banco que prefiere no ser citada por su nombre completo
para evitar posibles represalias. "Es la época en la que pueden aparcar
la cuestión de tener hijos para más adelante, y concentrarse en su
carrera. Pero todo cambia en cuanto las perspectivas personales son
otras, y en especial con el primer embarazo. Entonces nos convertimos en
un problema, aunque esté estadísticamente demostrado que, con hijos o
sin ellos, el absentismo laboral de las mujeres es inferior al de los
hombres. Tengo colegas de la City a quienes, tras ser madres, se les han
ofrecido compensaciones millonarias para que se vayan voluntariamente".
"Finalmente los sueldos de las mujeres recién incorporadas al mercado
refleja el mejor nivel de educación adquirido en la escuela secundaria y
en la universidad", dice Mary Curnock Cook, directora del departamento
encargado de repartir las plazas universitarias en función de las notas.
La cuestión es qué va a pasar a partir de la treintena, y si los
incentivos económicos van a hacer que un mayor número de mujeres
sacrifique la familia por el trabajo, y se convierta en el principal
suministrador de fondos del hogar. En el Reino Unido, una de cada cinco
mujeres llega a los 45 años sin tener hijos.
"El mayor problema a la hora de la discriminación de las mujeres son
los hombres de una cierta edad, que se resisten a aceptar los cambios en
la sociedad", dice Sandra, ejecutiva de una multinacional del sector
financiero, que se siente artificialmente frenada en su lógica
progresión dentro de la compañía. "Para prosperar hay que hacerse
compinche y formar parte del equipo, lo cual significa actividades por
lo general tan poco femeninas como jugar al golf, ir los fines de semana
al fútbol o llevar a los clientes del Golfo y Oriente Medio a clubs de
striptease del Soho, lo cual no es mi manera favorita de invertir el
tiempo... Los jefes ya maduros viajan juntos, cenan juntos, presumen de
sus aventurillas y esa dinámica cambia en cuanto una mujer entra el
círculo".
El sueldo medio de los veinteañeros británicos –hombres y mujeres– es
de 25.000 euros al año, una cifra muy superior a los emolumentos de los
mileuristas españoles. "El mercado laboral del Reino Unido es
infinitamente mejor que el español", dice Abel Lusa, un empresario de
Logroño propietario de una cadena de restaurantes en Londres. "La
flexibilidad no quiere decir despidos para abaratar el coste de la mano
de obra o fichar amiguetes, sino poder contratar a los mejores y
pagarles bien, porque si no se los llevará la competencia. El esfuerzo
tiene un premio, y la falta de compromiso o de ganas de trabajar tiene
un castigo. Hay incentivos por esforzarse, lo que redunda en beneficio
de todos. Los trabajadores no se adocenan, y los patronos pagan bien
pero consiguen una mayor productividad".
Las razones de la diferencia de sueldos entre los hombres y las
mujeres se sitúan en dos categorías: las objetivas (número de horas
trabajadas, cualificación profesional, tipo de carreras...) y las
discriminatorias (estereotipos históricos, castigo a la maternidad y la
familia). Los nuevos datos sobre lo que ganan las chicas jóvenes han
sido aplaudidos por políticos y sociólogos británicos como un paso en la
dirección correcta, pero otros sectores lo han interpretado como "una
prueba de que la discriminación no ha existido nunca, y cuando las
mujeres rinden, cobran también más".
"Las mujeres que no tienen hijos nunca han sido discriminadas, la
mera noción era una pura fantasía, y la diferencia de sueldo entre ambos
sexos por debajo de los 40 años es mínima, apenas un 3%", dice la
economista Ruth Lea, del grupo bancario Arbunthot. "Muchas de las viejas
barreras que impedían a las mujeres acceder al mercado han
desaparecido, ahora lo único que importa es la capacidad del individuo
para hacer el trabajo, al margen de su sexo", señala Rachel
Coleridge-Smith, una veinteañera que gana 50.000 euros al año en una
firma de mercadotecnia.
La teoría es que hacen falta más mujeres en las altas finanzas porque
son más racionales –y con ellas al mando no estaríamos en la actual
crisis financiera–, pero precisamente esa racionalidad y ese sentido
común les hace con frecuencia dar prioridad a otras cosas de la vida
antes que la carrera. Pero si se quiere prosperar en la empresa –comenta
Doris–, "el primer mandamiento es no hacer nunca nada que parezca que
los hombres son tontos, aunque lo sean...".
Todas las mujeres consultadas para este artículo se oponen a las
cuotas para garantizar la igualdad sexual, y desean prosperar en base a
sus propios méritos.
Fuente: La Vanguardia
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