El profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid analiza en El País como las desigualdades relacionadas con el género entre las personas jóvenes han quedado aplastadas por las relacionadas con la edad.
Tradicionalmente, ser joven y mujer ha supuesto la acumulación de
condiciones de desventaja laboral que requerían de un esfuerzo notable
para su superación. Son recurrentes las referencias a las diferencias
salariales entre varones y mujeres, así como al desigual acceso a los
puestos de decisión en el entorno profesional. Existen otros ámbitos
menos notorios, pero altamente significativos. Llama la atención que la
incidencia del desempleo sea menor para las mujeres jóvenes que para los
varones, salvo en el caso de los casados, grupo para el cual la tasa de
paro femenino se dispara.
Lo mismo cabe decir de la jornada de trabajo a
tiempo parcial, mucho más frecuente entre las mujeres como consecuencia
de tener que atender al cuidado de los hijos o al de personas mayores.
No cabe duda de que conciliar empleo con vida familiar es aún un
problema para las jóvenes. Sin embargo, las diferencias entre mujeres y
varones jóvenes en el mercado de trabajo se han reducido
significativamente en indicadores clave durante la última década. Las
tasas de actividad ya no muestran grandes diferencias, las de empleo y
de temporalidad en el mismo son equivalentes y la incidencia del
desempleo es mayor para mujeres solo cuando se considera la población
por encima de los 34 años.
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