El ejemplo de la medicina es uno de los más ilustrativos del
desequilibrio que existe entre hombres y mujeres en cuanto a las
posiciones de liderazgo que ocupan en el ámbito profesional. Según el
último informe de la OCDE, en España el 64% de los médicos menores de 35
años son mujeres, la cifra más alta de la OCDE; y, sin embargo, solo el
12% de los puestos de dirección en el ámbito sanitario y menos del 4%
de los catedráticos de Medicina o directores de centros de investigación
lo son. En la investigación científica el escenario es muy parecido,
con un mayor número de mujeres en los puestos de asistente de
investigación y escasez en los de profesores. Entre las razones que se
apuntan para explicar la progresiva feminización de la medicina y la
investigación biomédica, está la emigración de los hombres hacia
profesiones más lucrativas, socialmente más reconocidas y que, además,
por lo general requieren menos formación, como la informática o las
finanzas. Curiosamente, el debate sobre la feminización de la salud en
general se está centrando en su impacto negativo en lo económico -más
bajas por maternidad, más sustituciones-, mientras que el desequilibrio
entre número y liderazgo en cuanto a su impacto social -lo cual
significa dar prioridad a los problemas de salud- es ignorado.
El
desequilibrio de géneros en el liderazgo de la investigación científica y
médica puede influir en la priorización de la investigación y, por
tanto, en el efecto de la misma. La ausencia de la participación
femenina en posiciones de liderazgo contribuye a que la investigación
prioritaria se guíe por el carácter masculino, lo que permite pensar que
afecta al modo en que se tratan los temas específicos de la mujer. Las
enfermedades cardiovasculares son un ejemplo de cómo la prevención,
detección y manejo de la enfermedad están influidas por la diferente
percepción del riesgo por parte del médico: se asume que las mujeres
tienen menos posibilidades de padecer estas enfermedades y, por tanto,
reciben menos atención. Está por comprobar si esta infravaloración del
riesgo resulta en una mayor mortalidad evitable por causas
cardiovasculares.
La mortalidad materna es quizás el mejor ejemplo
de cómo el predominio masculino en la investigación en salud global
puede influir en la toma de decisiones: es el único Objetivo de
Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas que apenas ha cambiado en
los últimos 20 años. A pesar de su relevancia como indicador de salud
pública, rara vez forma parte de la agenda internacional de
investigación en salud. ¿Podría un incremento en el número de mujeres
líderes en la investigación en salud global situar la salud materna como
tema prioritario y cambiar así la inaceptable situación actual?
Es
discutible que una participación más equilibrada de género en el
liderazgo de la investigación no afecte a la priorización o al enfoque
de la misma. Sin embargo, ejemplos de otras actividades de la sociedad
sugieren que una mayor diversidad de género suele tener un efecto
positivo. Por ejemplo, el incremento de la participación femenina en
posiciones de liderazgo gubernamentales ha resultado en un aumento de la
atención dedicada a solucionar problemas que afectan principalmente a
las mujeres. Del mismo modo, la participación femenina en los consejos
de administración de las empresas ha derivado en una mayor pluralidad en
la aproximación a los problemas y propuesta de soluciones. Está
demostrado que la falta de diversidad en la toma de decisiones lleva a
resultados más bajos de lo esperado y a una mentalidad de pensamiento de
grupo (group think) que se refleja en la tendencia a minimizar
conflictos, así como a tratar de llegar a acuerdos sin un análisis
crítico de las ideas propuestas. La falta de equilibrio de género es aún
más grave cuando se refiere a la investigación, ya que esta se basa en
la innovación y en la generación de nuevas ideas, lo cual se estimula y
fomenta en ambientes diversos y no uniformes.
¿Se puede hacer algo
más desde el ámbito individual? Es necesario un cambio de actitud tanto
por parte de los hombres como de las mujeres para lograr la igualdad de
género en la investigación. El tan mencionado techo de cristal
en la promoción de la mujer a puestos de liderazgo y responsabilidad se
ha explicado desde una óptica reduccionista, apelando a las dificultades
de conciliación entre la vida familiar y profesional que
fundamentalmente afectan al sexo femenino. Siendo esto cierto, no es la
única explicación de la existencia de este techo. La menor
consideración hacia las mujeres en la selección de puestos de
responsabilidad es parte de un círculo vicioso en el que los hombres
solo ven a otros hombres para dichos puestos. Por otro lado,
ellas también deben cambiar su frecuente resistencia a la autopromoción y
volverse más visibles. Por ejemplo, deberían aprender a crear redes de
contactos, algo que los hombres desarrollan con rapidez y practican con
éxito, y que son instrumentos fundamentales a la hora de considerar a
candidatos para determinados puestos, sobre todo de liderazgo.
Todas
estas medidas pueden ser aún insuficientes para conseguir la igualdad
de género en el corto o incluso medio plazo. Aun no siendo una medida
popular, alcanzar este objetivo va a requerir el establecimiento de
cuotas, es decir, discriminación positiva. Se trata de que a méritos
equivalentes se favorezca la elección del sexo menos representado. Esta
estrategia fue introducida en los países escandinavos, donde, por ley,
las empresas públicas o que reciben financiación pública tienen que
tener un mínimo del 40% de representación de cada género. El caso de
Noruega es un ejemplo de cómo la aplicación de la ley de cuotas ha
logrado el objetivo esperado con un aumento significativo en la
proporción de mujeres en los consejos de administración desde el 7% al
44% en ocho años. El caso noruego, con una de las tasas de natalidad más
altas de Europa, es también un ejemplo de cómo la conciliación
familiar/laboral no es un problema cuando existen los medios adecuados
que la facilitan; solo se necesita priorizarlos, lo cual viene
seguramente impulsado por la presencia de mujeres en los puestos de
liderazgo. En España la Ley de Igualdad se introdujo en 2007, pero es
una normativa tímida que se limita a recomendar a las empresas la
representación equilibrada de géneros en sus consejos de administración.
Está por ver si cumplirá su objetivo de aumentar dicha representación
para 2015 desde el 8% actual, bastante inferior al 12% de la media de la
UE.
La aplicación de cuotas en la dirección de la investigación
médica y científica puede tener aún más detractores que en las empresas,
pero es posiblemente la única solución para en un plazo medio de tiempo
reducir el actual desequilibrio que no se justifica por la falta de
mujeres adecuadamente formadas para ello. Cambiar la situación actual
depende de que todos estemos convencidos de que romper la barrera entre
géneros en el liderazgo de la investigación es, ante todo, una cuestión
de justicia, que, además, mejorará la eficiencia de la investigación,
beneficiando el progreso científico y, por tanto, a toda la sociedad.
Quizás así logremos que futuras madres no solo en España sino también en
lugares menos favorecidos se enfrenten a la maternidad con menos temor.
Fuente: El País
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