Acostumbrados a escuchar casos de discriminación machista a todas
horas, es raro pararse a pensar en que algunos hombres también lo
sufren, ya que el trabajo que pretenden viene siendo considerado,
socialmente y desde siempre, “cosa de mujeres”. Esta frase, así como su
análoga, “cosa de hombres”, traen implícitas una serie de prejuicios que
afectan al desarrollo socio-laboral de las personas. ¿Quién no se ha
extrañado al saber de una mujer taxista, piloto o guardaespaldas?
Es
fácil encontrar hombres que trabajan en ciertas profesiones como moda,
estética o similares consideradas en el ámbito doméstico como “cosa de
mujeres”. Estas profesiones adquieren en el ámbito profesional un
carácter más igualitario, a veces incluso, con tendencias machistas;
todos conocemos a algún cocinero, modisto o peluquero famoso, pero más
difícil es encontrar a una médico, empresaria o abogada famosa. Pero hay
un sector en el que la participación del hombre no está del todo
aceptada e integrada en la sociedad. En educación infantil es raro
encontrar hombres trabajando salvo en el equipo directivo del centro. ¿Por qué un hombre no puede cuidar y educar a un niño igual o mejor que una mujer? ¿No se supone que una persona formada tiene la capacidad de ejercer su trabajo indistintamente del sexo?
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