
La ley dió a a las empresas públicas tres años para adaptarse, y dos más (hasta 2008) al resto de grandes compañías que cotizan en bolsa. En total, la medida afectaba a unas 500 grandes entidades. Su incumplimiento acarreaba durísimas sanciones: desde multas hasta la disolución.
El reportaje cuenta con las opiniones de Kristin Skogen Lund, presidenta de los empresarios noruegos, a quien no le gusta la ley de cuotas -"es intervencionista, lo mejor sería una autorregulación", dice-, pero reconoce que ha funcionado. Con 44 años es además vicepresidenta ejecutiva de Telenor (la mayor empresa de telecomunicaciones del país).
Eirinn Larsen, investigadora en temas de género de la Escuela de Negocios de Noruega (BI), cree que, en parte, la ley salió adelante porque fue un hombre, conservador, ministro de Industria y que aludía razones económicas, quien la propuso. "Antes se había intentado algo similar, siempre a propuesta de una mujer de izquierdas que argumentaba motivos de igualdad. Había códigos de buenas prácticas y recomendaciones para las empresas, pero el resultado era invisible", afirma.
Por eso, el Gobierno estudia extender la ley de cuotas a las más de 160.000 pequeñas y medianas empresas del país. Una medida que no afectaría a las compañías familiares, en las que sería difícil aplicar la paridad. Para el resto, el padre de la ley lo tiene claro: "Si tienen contratos con la Administración, se benefician de subvenciones y de las pensiones, tienen que respetar el equilibrio", dice Gabrielsen. Y añade enérgico: "Si quieres dinero público, amigo, la desigualdad es intolerable".
Leer el reportaje completo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario